Amanecí
extrañando. ¿No te ha pasado? Abrir los ojos y mirar al lado izquierdo de la
cama añorando que el sueño se haya emancipado en la realidad. ¡Y así pudieras
tenerla cerca de ti!
Dicen
que lo peor de soñar bonito es toparte de golpe con la verdad.
El
corazón quiso estallar, pero esta vez no de un frenesí que destella brillo
solar, sino en un afán angustioso y penoso que muchas veces se reserva y que
otras veces, como esta, deja rienda suelta para la escritura.
Allí
estaba abriendo los brazos para la imagen perpetua salida de un flash que
recogen sus suaves manos, miraba un santiamén la fotografía para aseverar que estaría
en redes al rato siguiente, no perdía el tiempo en mirar imágenes, solo quería seguir
teniendo su piel cercana, la calidez de unas manos suaves que convergen con las
mías y nos adentramos en un paraíso terrenal a unas horas de mi capital en
donde gozamos y vivimos un incansable sueño virtuoso cada mañana.
Aunque
este amanecer haya sido como un golpazo frío de boxeador profesional y me haya
derribado a una lona profunda donde todavía siento que caigo, esos retazos de
recuerdo lejano a pesar del corto tiempo en espera me han detenido y he hecho
reflexionar sobre los sucesos más lindos de esta época.
Amanecí
extrañando. La suavidad de los cabellos,
el despliegue de los mismos a los compas del tiempo mientras se acerca a la
refrigeradora en busca de un calmante para la sed, las manos suaves que rozan
mis arrugas causadas por las noches de literatura, los besos dóciles y
repentinos en función de expresar amor sobre un sofá largo y estéticamente adecuado
para ambos, los abrazos en todas las esquinas como ideándose para la despedida,
como sabiendo que tendremos que escaparnos de nosotros mismos, pero sabiendo,
tal vez a medias o no creyendo pensar, que volveremos a vernos en un futuro
lejano para los sentidos pero cercano para las otras mentes que rondan o
acompañan la vida. Pues decir que la vuelta es en meses a cualquiera le resulta
fresca y sólida; pero para entes enamorados la vuelta en días se hace un martirio
exitoso de la naturaleza y el destino.
Uno
del que por suerte sabemos manejar.
Amanecí
extrañando. Quise verte en las esquinas de mi habitación, escondida detrás de
la cortina, usando una de mis camisas y riendo, preciosa y divina, exacta para
mis abrazos, preciosa desde todos los puntos de vista, incluyendo mi favorito,
por supuesto, sobre mi cuerpo y rozando mi pecho.
Tan
divina y estupenda con esa naturalidad para preparar el desayuno, las facturas
y el té gaucho, decir los versos y dar los besos acorde a su naturaleza
maravillosa y brincar sobre mi cama tras un asedio repentino de amor hacia su
novio que se acaba de levantar y abre los brazos en espera de su llegada.
Sonriente
brota del suelo como una súper heroína y eleva las piernas cayendo en mi cuerpo
como un golpazo de rica agua tibia de la mar o del río en donde añoramos
entrar, de cualquiera manera o forma, se encuentra cerca de mí para abrazarme y
llenarme de ese amor tan puro y honesto que solo ella sabe sentir en toda esa dimensión
virginal, honesta, preciosa, sincera, loable y admirable que únicamente a su
tiempo y entrañas sabe sentir y decir.
Hoy
amanecí extrañando nuestros cuerpos sobre la cama, las palabras y los actos,
los versos y los besos sin fronteras, el palabreo indicado y los sueños de cama
y futuro, los besos apasionados y profundos y las caricias que no conocen de limitaciones.
El hecho de converger para siempre fusionando las almas y los cuerpos, hacer el
amor como fieras e inocentes, como amantes enamorados de la vida y el mundo,
como agentes de un amor loable y exquisito, como dos humanos en una habitación de
un lugar precioso y no tan lejano del que supe enamorarme.
Extraño
las pieles y los sucesos, los besos y las palabras, el viento y el aroma de tu
cabello, los hechos y los actos sobre el edredón. Extraño tu cuerpo y tu alma.
Hoy
amanecí extrañando y aunque hubo un abismo de melancolía, miles de emociones
disparando contra mí y una angustia terrible en el pecho, me di cuenta que el
amor vence todas las adversidades y depende de dos que por siempre exista. Eso
me mantiene sonriendo.
¿Y
tú, amaneces extrañando? Pues, recuerda y sonríe.
Fin
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