- Las
veces que la princesa se queda conmigo desayunamos sobre la cama o cuando nos
sentimos educados en el comedor como los mortales. Durante la comida que está
conformada por cereal, leche, tostadas, mermelada, frutas y demás, solemos
conversar abiertamente sobre toda clase de tema; aunque nuestros títulos favoritos
siempre son historia y astronomía.
La
noche anterior poco antes de dormir estuvimos viendo algunos documentales buenísimos
en Netflix, cuando le ganaba el sueño se fue a descansar y yo me aventuré en mi
labor literaria. Al amanecer nos reencontramos con sonrisas motivo de haber
dormido rico, alistamos los pendientes y nos acomodamos en la mesa.
—Pa…
¿crees que exista vida en otros planetas? Dice al tiempo que corto el pan para
llenarlo con mermelada de fresa.
Es
una pregunta compleja. Su inquietud natural e insaciable es voraz igual que sus
cuestiones. Eso me gusta, pues la crio con pensamiento crítico, abierto y
sumamente creativo. Capaz de no cegarse y estar dispuesta a saber y hablar de
todo sin restricciones.
—Estoy
seguro que sí. De hecho, hay más planetas que estrellas en el universo, puede
que en alguna exista vida extraterrestre; aunque de lo no que estoy seguro es
que sean como nosotros. Digo, físicamente. Pues los imagino monstruosos, grises,
tal vez con cabezas grandes y manos pequeñas. De repente sumamente inteligentes
o inofensivos.
—Yo
creo que existen; pero no quiere ser descubiertos. Es decir, si nos visitan, ¿Por
qué no aparecen? De madrugada pensé en eso. ¿Qué tal si somos su creación?
Otra
pregunta compleja.
—Puede
ser, preciosa. El inicio de la vida es un misterio. Dicen que vino desde un
asteroide, otros que fue repentino, aunque ahora último estuve investigando que
los científicos afirman que la vida fue inevitable.
—Inevitable,
me gusta esa palabra, pa. Porque da pie a que tengamos un objetivo.
La
miré asombrado por su capacidad de amoldar ideas.
Yo
a su edad jugaba con mis muñecos creyendo que tenían vida.
—Pero,
¿Cuál es el objetivo? — añade.
—Cada
uno tiene uno, preciosa. Yo, por ejemplo, soy escritor y tú con el tiempo te darás
cuenta del tuyo. El punto, mi amor, como te suelo decir es hacer lo que amas y
ser feliz.
—
¡Sin hincharle las pelotas a nadie! —Adjunta con énfasis.
—Sí,
pero eso último no lo menciones con tu madre— dije con una sonrisa.
Reímos
juntos.
—Entonces,
si hay vida en otros planetas…. Se queda pensando dejando el cereal intacto y comenta:
Si hubiera. ¿Tendrían otras religiones? ¿Otras costumbres? ¿Otros dioses?
Imagina, pa, una civilización con otros sistemas de vivencia. ¿Cuál o quien sería
su Dios? Capaz ni siquiera tienen uno y viven miles de años a diferencia de los
humanos o son ampliamente inteligentes y por eso no nos dejan verlos y solo
quieren ver como crecemos.
Hay
tantas ideas que se me ocurren.
—Pero
mientras, desayuna por favor.
Sonríe.
Come
y sigue hablando: El universo es tan grande como para sentirnos solos.
—Infinito,
preciosa.
Asiente
con la cabeza.
—
¿Y si son buena onda? Y tan solo son tímidos. ¡Ya sé! Inteligentes y sabios
pero débiles porque los humanos son destructivos y no quieren juntarse con
nosotros.
—Esa
es una buena resolución— le dije y me puse a pensar en su comentario.
Vuelve
a comer el cereal masticando también sus ideas.
—De
cualquiera manera, pa… La tierra es solo el comedor del universo.
—Ni
siquiera eso, preciosa.
—El
baño entonces— dice y reímos.
—Somos
menos que nada ante el espacio— le digo.
Y
se emociona.
—Y
hay tanto por conocer— dice y sonríe como fascinada con la idea que a
cualquiera le podría ocasionar terror.
Tocan
el claxon, es la movilidad escolar.
—Dale
preciosa, apuremos—.
—Ay
pa, que aburrido es el colegio, allá nadie habla de estos temas y hoy toca religión—
dice hastiada.
—Te
entiendo, pero tienes que ir o tu madre me mata. Y procura no contradecir al
maestro de religión, vive cegado — le digo.
Lo
siguiente que ocurre es hacer todo a la velocidad de la luz y dejarla a tiempo
para que aborde y se marche a estudiar.
Fin
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