- Hoy
recibí una llamada de un número desconocido. Eran las diez de la mañana de un
sábado, ¿Quién demonios te llama a esa hora? No tengo una ex esposa que me
exige manutención, tampoco abogados detrás, le acababa de decir al tipo del
banco que no requiero de más tarjetas con impresionantes saldos y justamente,
la noche anterior, terminé de aconsejar a un amigo con el corazón roto. Sin
embargo, de curioso, respondí: Hola, ¿Quién llama tan temprano? La ironía siempre presente en mis respuestas.
Hola,
señor Barreto, lo llamamos de la joyería Glass, ya tenemos su anillo de
compromiso. ¿Cuándo pasa a recogerlo?
Me
sentí confundido, puse de pie de un brinco y pensé, ¿en qué momento ocurrió
esto? Entonces, imaginando que se tratase de una broma, contesté: Dale flaca,
¿Quién te dijo que me hicieras esta joda? Seguro alguno de esos rufianes.
Disculpe
señor, pero le estoy hablando totalmente en serio. Ya tenemos su anillo con los
diamantes requeridos.
¿Diamantes?
Pensé con una sonrisa.
Bueno,
sea lo que sea que haya sucedido, yo no tengo intenciones de comprometerme, por
ende, esto es una confusión.
Lamento
que haya ocurrido eso en su vida amorosa; sin embargo, usted ya pagó la joya y
solo debe venir a recogerla. Lo que usted haga con ella, no es asunto nuestro.
Me
molestó la seriedad absoluta de la mujer.
La
imaginé enorme, sobria, cincuentona, amargada con los nietos y demás.
Respiré
hondo y respondí: Habré estado totalmente ebrio para hacer esa compra; sin
embargo, como ya está pagada, dime ¿Dónde puedo recogerla?
Señor
disculpe, pero en la boleta está la dirección. Venga a la hora que guste antes
de las siete.
Tanto
tiempo criticando a mis amigos por sus decisiones alocadas de casarse, yendo
como testigo a sus bodas y luego siendo consejero en sus divorcios y rupturas
sentimentales, y ahora me toca lidiar con ese asunto del carajo.
Tener
suegras locas, cuñadas toxicas, matrimonios en iglesias malditas y gente que únicamente
va a las bodas a beber y sacarse fotos con sus atuendos.
Lágrimas
cayeron de mis ojos, lágrimas de frustración, de coraje, de ira, de congoja.
Pues, a mis treinta años y casándome, debo de haber estado totalmente loco y
equivocado para proponer ese asunto terrible a una mujer, con quien seguramente
y en mi experiencia actual, tan solo llevamos un par de meses de novios.
¿Cómo
me habré enamorado tan rápido? ¡La que me pario!
Recordé
a mi abuela y sus consejos: Bryan, ¿Cuándo te casas? Cuidado que soltero
maduro, maricón seguro.
Y
a mí que me empezaba a parecer guapo Brad Pitt. Bueno, ¿a quién, no?
Sin
embargo, no tienes pareja y empiezas a dudar de ti mismo.
Llegué
a ver como una especie de infortunio el comprometerme, un rollo de
responsabilidad social, un asunto de presión, una cuestión dada de la edad y
los consejos de la abuela ante una posible función de cabrilla por mi parte.
Justo
cuando pensé que tendría el peor día de mi vida, debería de ir a la joyería,
recoger el anillo, casarme y todo ese asunto inadvertido antes de ahora, escuché
una voz… La voz de mi futura esposa.
Guapo,
precioso, churro, lindo… Mi escritor favorito, el más capo de todos los
autores, mi adonis en la cama…
¿Vamos
a desayunar? Ya he preparado tu especialidad, es domingo y me toca engreírte.
Apareció
Jennifer Lawrence por el umbral de la puerta luciendo un delantal sin nada
adentro, preciosa y divina por todos los sentidos, tal cual en las películas,
con esa sonrisa exquisita, los cabellos rubios y la sensualidad de siempre…
Miré
al cielo y dije: ¡Gracias Dios! Prometo hacer donaciones a las ONG del
comercial La Rambla.
Enseguida
la vi y respondí: Mi futura esposa, vamos a comer y luego te como a ti.
Fin
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