- Hoy
me llamó una chica de dulce voz. Señor Barreto, ¿Vendrá mañana para su cita en
la joyería? Recordé; pero le dije: Lo siento, señorita. Va a ser para otra
oportunidad.
Esa
conversación me trasladó a una situación muy particular y como estoy
malhumorado quiero reírme mientras escribo.
Un
tipo me trajo un anillo de oro para que le prestara dinero. Con el paso del
tiempo y como era de esperarse, este sujeto no volvió por el anillo y yo pensé
que saldría ganando porque el dinero fue mucho menor al precio de la joya según
Mercado libre.
Tuve
una novia, cumplíamos un año juntos, estábamos en mi habitación, yo me colocaba
un suéter y ella descolgaba el suyo del colgador del closet cuando de repente,
tras un movimiento, el anillo que estaba oculto en una de mis casacas, cayó al
suelo.
Ella
me vio, sus ojos brillaron, se llevó las manos al rostro en un acto de suma
sorpresa y cogió el anillo para preguntar lo supuestamente obvio, ¿Es para mí?
¿Quieres que nos casemos? Qué lindo, amor, seguro ibas a dármelo en el
restaurante. Perdona que haya arruinado la sorpresa del año; pero, si, si,
acepto, acepto.
Yo
estaba paralizado. ¿Qué rayos hago? Pensaba con mi rostro sin gestos.
Este…
Le quité el anillo de las manos. Es el anillo de mi hermano, va a dárselo a su
chica. Me dijo que lo guardara.
Se
le fue la cara de asombro y la ocupó la tristeza. Además, también se le fueron
las ganas de salir e ir a comer. Antes de irse, porque quiso irse de mi casa,
me dijo: Tu hermano tiene mucho menos tiempo que nosotros y ya se quiere quedar
con ella toda la vida. Tú no quieres lo mismo, me dio la espalda y se fue. Ella
tendría sus diecinueve años y para ser franco; aunque resulta cruel, fue
gracioso que actuara de ese modo. Yo no pensé que terminaría la relación un par
de días después.
El
anillo estuvo guardado un tiempo importante hasta que un amigo cercano me
preguntó de casualidad, ¿No tendrás algo para regalarle a mi flaca? Yo le dije,
tengo un anillo de oro. De inmediato vino a mi casa, se enamoró del anillo y
como no tenía efectivo me dio unos lentes Arnette. Claro que le conté la
anécdota del anillo con la ex y nos echamos a reír.
Al
cabo de una semana, en una maldita borrachera en el sur, los lentes cayeron al
suelo y fueron casualmente pisoteados. Curiosamente, días después, este amigo
me vino a buscar. Estaba furioso y la vez riéndose, como quien dice: Si que me
la hiciste, eh.
Tras
recibirlo, me dijo con esa mezcla de enojo y gracia que tanto lo caracteriza:
Bryan, te pasaste de rata. Mi flaca me tiró el anillo en la cara. ¿Por qué?
Quise saber desesperado. ¡Es fantasía! Me dijo.
Fue
uno de esos momentos en los que eres, simplemente, el tipo más feliz del
universo.
Se
me acaba de ir el mal humor, que gracioso es recordar esta clase de anécdotas.
Me
devolvió el anillo; pero no pude darle los lentes. Le dije que cuando consiga
algunos le daría uno.
El
anillo estuvo otro tiempo en mi casaca hasta que mi ex, una chica muy posesiva,
rebuscando mis cosas, logró encontrarlo. Yo pensé que diría, ¿Es para mí? Se lo
quedaría y fin del asunto. Pero, me dijo: ¿Para quién mierda es esto? ¡Si tú
nunca le has comprado un anillo a ninguna de tus mujeres! Yo estaba con ganas
de joder, había fumado un porro y quería molestarla, por eso le dije con
naturalidad: Era para Claudia, iba a dárselo antes de su viaje.
Ella
odiaba a Claudia y Claudia la odiaba, entonces, cogió el anillo y me lo tiró directo
al ojo diciendo: Dale pues, ve a Londres y busca a esa pituca hueca.
Recuerdo
que tuve que levantarme e ir al baño a lavarme el rostro. Cuando volvi tenía su
cara de inocente pidiendo disculpas. Es solo un anillo que me empeñaron hace
años, le dije y se tranquilizó; aunque en un momento me hizo una pregunta
extraña, ¿Todavía piensas en ella? Yo me empecé a reír, no sé si por la hierba
o porque fue una pregunta estúpida.
Con
el tiempo, el anillo siguió en el mismo lugar de siempre, hasta que hace poco,
en un acto sumamente particular, el mismo tipo que me empeñó la disque joya,
volvió. Se lo di tal cual, con el dinero adquirí unos lentes para vender, tuve
que darle unos al chico del anillo, que todos los días jodía, otros para mí y
le vendí uno a mi ex.
Que
historia tan graciosa. Un anillo que pasó por algunas aventuras.
Fin
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