- Llego al gimnasio, noto que los saibaimanes ocupan las máquinas; pero resuelvo trotar para calentar. Luego veo que por arte de magia todos abandonan súbitamente los ejercicios, entonces me alegro y me acerco a una de las máquinas. En ese momento, antes de acomodar los kilos me doy cuenta que todos andan observando como hipnotizados al grupo de chicas que bailan en otro salón.
Ahora entiendo porque se fueron esta sarta de arrechos, pienso con humor y soy feliz porque tengo todo para mí.
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