- Por el mutismo de las pantuflas recorrer el pasillo de la casa no me di cuenta que Circe atravesaba el umbral dirigiéndose desde su reino al mío con la solvente velocidad que emana de un deseo. Grandilocuente y preciosa como cada mañana, abrió la puerta con prontitud, escarbó hacia la cama y a lo luchadora de televisión se lanzó sin paracaídas frente a mí, que dormía plácidamente tras una madrugada de trabajo literario productivo.
La
sonrisa de ala ancha se intensificó cuando abrí los ojos contemplando al sol
durante el atardecer en el foco de su mirada, los brazos al aire para compartir
la emoción como una brisa de verano saludando a los turistas, dos besos
efímeros y un palabreo inentendible causa de su propio entusiasmo, ella,
elocuente, preciosa y divertida, repetía: ¡Hoy es el día de campo!, ¡Hoy es
sábado de aventura! Los scout me esperan, arremetió finalmente con una poderosa
y vertiginosa emoción cuyas brasas de euforia pudieron acabar por levantarme.
Sacudió mi cuerpo desde los hombros para que saliera del sueño, propició sus
anhelos en chacota sobre el edredón, despertó a la mascota aferrada a su cama,
trenzó sus cabellos color oro víctima del desespero y repitió fielmente la
siguiente frase: Pa, prometiste llevarme al campo.
—Mi
amor, le dije abriendo los ojos de nuevo. ¿Qué hora es?
—Las
siete, me dijo.
Pensé
en el sujeto que coloca los horarios de los días de campo del fin de semana y
me di cuenta que seguramente sería un hombre disciplinado.
Debemos
estar allá a las ocho, añadió.
—¿Y
qué esperas que no te vistes, princesa? Le dije sonriente, inclinando el cuerpo
hacia adelante y capturándola en un abrazo para que no se fuera tan fácilmente.
—Pa…
nos retrasamos, la oí decir atrapada a mis brazos entre sollozos y sonrisas,
repartiéndome besos para que pueda zafar, volviendo a reír y sintiendo el
apremio de su ansiado día de campo.
Salió
de la habitación tan veloz como vino e hincó un dedo índice para que me
despertara lo más próximo posible, y le regalé una sonrisa correspondiente a su
deseo. Volvió a su habitación, se adentró en la ducha con una asombrosa
tenacidad, oí el agua y le pedí que tuviera cuidado. Respondió segura y seguí
en lo mío aprovechando su baño tempranero para mi segunda siesta mañanera.
Volvió
enojada, con ceño fruncido, vestida a la manera fashionista que le fascina, se
tiró sobre la cama para despertarme y se sintió asombrada y ligeramente
avergonzada cuando descubrió el edredón y vio a su padre totalmente vestido
para la ocasión.
Fui
más veloz que tú, le dije con una sonrisa.
Ella
arremetió en un abrazo eufórico y plantó besos dulces en las mejillas diciendo
a cada instante que era el mejor. La sensación es única.
—Todavía
nos queda tiempo. ¿Te apetece una historia antes de salir? Propuso sabiendo que
la noche anterior se había dormido antes del relato nocturno.
Aplaudió
emocionada a la expectativa de un cuento que ampliara su imaginación.
Me
pude recostar sobre el espaldar teniéndola a mi lado con las piernitas dobladas
y la carita atenta con esos ojos poderosos que podrían ser como olas de mar. Yo
sonreía buscando en la mente alguna historia que aún no haya dictado en las
noches antes de dormir y fue entonces que pude encontrar una que podría
prevalecer porque la tendencia de Marvel y sus héroes la tenía enganchada a la
televisión y los comics.
Una
vez Loki pudo engañar a Thor, comencé.
—Loki
es genial, añadió emocionada.
—Sí,
es un maestro del disfraz, le dije. Sin embargo, no es tan fuerte como su
hermano. Por tal razón, usó su habilidad para poder timarlo.
—Timar
es engañar, ¿verdad? Dijo curiosa.
Asentí
con la cabeza. Ella no dejaría de usar la nueva palabra en la siguiente semana.
Aprende
con una vertiginosa facilidad.
Ambos
fueron a visitar a un rey llamado ‘El jefe de los gigantes’, era un hombre tan
alto que podía entrar por las puertas de la iglesia, llevaba una barba
prodigiosa y crespina, ojos pequeños como dos canitas y manos tan grandes que
podía ahorcar humanos con facilidad; sin embargo, no era un mal rey, porque
adoraba a su pueblo y protegía a los suyos. A este rey le gustaba estar sentado
en un trono de mármol tan enorme como el piso de una casa y no le simpatizaba
moverse porque el mundo no era de su altura. Lo único que hacía era deleitarse
con juegos inventados y protagonizados por bufones.
De
hecho, era un rey con un gran sentido del humor.
Cuando
los hermanos llegaron a visitarlo para que puedan realizar negocios entre
reinos, se llevaron una grata sorpresa, no solo por el enorme tamaño del jefe,
sino por su grandilocuente manera de divertirse.
—Grandilocuente,
dijo Circe. Quiere decir que es muy simpático, añadió con una sonrisita.
—Exacto,
preciosa, le dije.
Y,
entonces, oyeron de su parte una respuesta referente al negocio que le
propusieron:
‘Solo
voy a concebir lo que ustedes proponen, si logran pasar unas pruebas que
produzcan mi risa’.
Circe
se empezó a reír por el cambio en mi voz para contar esa escena.
—¿Te
imaginas que pruebas podrían ser? Le pregunté abriendo las manos. Ella comenzó
a analizar la situación.
—Me
imagino que una de fuerza, otra de valentía y, quizá, ¿contarle un chiste?
Sonreí
con su comentario final.
—Esto
me recuerda a la vez en que Goku le contó varios chistes a Kaiosama, le dije;
pero ella ni siquiera se inmutó.
—Pa,
nunca me gustó Dragon Ball, dijo con una sonrisa de medio lado.
—Bueno,
volviendo al relato, le dije.
Ella
se volvió a emocionar.
El
rey de los gigantes, efectivamente, les dijo: Harán una prueba de fuerza, otra
de astucia, sobre velocidad y creatividad.
Competirán
entre ambos solo para divertirme.
A
Thor le pareció una idea agradable, le gusta mucho el asunto de las
competencias y los desafíos mientras que Loki se vio afectado porque no le
agrada usar el aspecto físico y perder lo suele avergonzar; no obstante, era lo
único que quedaba por hacer para que el negocio cerrara y Odín no se enojara.
Resolvieron
aceptar y se prepararon para las pruebas.
El
pueblo, algunos gigantes y otros enanos, se instalaron alrededor de una plaza,
sentados para la epopeya entre dos hermanos, estirando sonrisas y aplaudiendo
la entrada del rey, quien les devolvía sonrisas y promulgaba palabras previas
al duelo.
El
primer desafío fue tal cual mencionaste, princesa, una pelea de vencidas, en la
que, inevitablemente, Thor tuvo una enorme ventaja.
Circe
doblaba su brazo mostrando su músculo bíceps alucinándose Popeye para emular el
hecho en el relato.
Se
sentaron frente a frente y sobre una tarima colocaron los brazos para que un
enano tan pequeño como Dolly hiciera de árbitro.
Ella
empezó a reír imaginando el momento.
En
cuestión de segundos, Thor había derrotado a su hermano. Lo único que realizó
fue mover su mano cuando él ya no pudo hacer ningún tipo de esfuerzo, no había
punto de comparación entre ambos contrincantes, la fuerza la obtuvo el rubio
mientras que la mente el otro.
El
primer punto fue para Thor y la ovación de la gente también.
—¿Sabes
que parecía la plaza? A uno de esos eventos en el circo Romano, ¿los recuerdas,
preciosa?
—No
es circo, es anfiteatro, corrigió mi pequeña.
—¡Muy bien! Qué atenta, le dije entusiasta.
En
el circo ocurrieron las famosas carreras de cuadrillas mientras que en el
anfiteatro las peleas entre gladiadores, le comenté. Ella asintió con la cabeza
y añadió: Y también hubieron combates con barcos, solían inundar la explanada
para que copiar guerras navales.
—Qué
tiempos tan locuaces, dijo al final.
—Es
lindo estudiarlo, no tanto vivirlo, le dije con una sonrisa que compartió.
—Aunque
el mundo de ahora no sea tan distinto, reflexionó.
—Por
suerte, mi amor, tú por ahora solo debes preocuparte por cuidarte y pasarla muy
bien en el campo, le dije acariciando sus cabellos.
Y,
bueno, volviendo al relato, en el segundo round ocurrió lo siguiente:
El
rey de los gigantes, postrado sobre su trono, tomando leche con galletas Oreo,
propuso desarrollar una carrera de mil metros con vallas para conocer al
próximo ganador. Thor se sintió confiado, sabía que ganaría porque solía
practicar ejercicios mientras que Loki prefería pasar tiempo holgazaneando,
—Mentira,
pa, Loki suele leer muchos libros, y sí, también prefiere mirar los atardeceres
del Valhala con la barriga llena; pero es un hombre hábil. No lo dudes, y cada
persona inteligente, sabe cómo usa su mente, dijo Circe cuestionando y
reflexionando, asombrando como tantas veces a su padre.
—Entonces,
el secreto de la altura del rey era su alimento, ¿verdad? Añadió.
—Eres
muy astuta, preciosa, le dije con un guiño. Ella sonrió con líneas blancas en
los labios tras oír acerca de dicha escena.
Bebí
mi café que reposaba calientito sobre la mesa de noche y proseguí: Una, dos y
tres, gritó el enano con voz de locutor. ¡Ambos salieron corriendo! Thor avanzó
a una abominable velocidad, rapidísimo llegó a la primera valla, luego a la
segunda y tercera, siguió avanzando entre sonrisas, risas, confiado que ganaría
porque su hermano estaba detrás recién llegando a la primera valla; aprovechó
ese suceso para saludar al público, mostrar los músculos, regalar sonrisas y
demás, hasta que se dio cuenta que Loki comenzó a alcanzarlo y volvió a
acelerar logrando una amplia distancia.
Sin
embargo, se dio cuenta que…
Circe
me miraba anonadada, atenta y con el vaso de leche entre sus manos.
No
llegaba a la meta a pesar que la línea blanca con franjas negras estuviera
prácticamente en frente. Thor continuaba corriendo, acelerando el paso,
vociferando con los pies, sudando a por montones y esforzándose mucho por
continuar con el ritmo; pero no llegaba. No podía cruzar la meta. No alcanzaba
el punto máximo de la competición. Mientras que Loki, a su andar, con sus
limitaciones físicas, sonriendo, obviamente, porque suele hacerlo cuando es
pícaro, empezó a rozar el cuerpo de su hermano, a alcanzarlo con la sombra, a
sentir su respiración y su desespero e incluso, a pasarlo en la carrera y
finalmente atravesar la meta.
Cuando
el rey dio por finalizada la competencia, Thor se dio cuenta que siempre había
estado a un metro de la meta; pero, por una ilusión de su hermano, se quedó en
un bucle de tiempo que no acabaría nunca mientras que Loki avanzó los mil
metros como tal. E incluso, pudo haberlo vencido si hubiera caminado; pero uno
nunca debe presumir en una competencia.
—Buena
frase, pa. Uno nunca debe presumir en una competencia, repitió. Hizo un gesto
de pensar y añadió: Me recuerda a la fábula del conejito y la tortuga. Esbozó
una tierna sonrisa y prosiguió: Voy a estrecharles la mano a los vencedores
cuando termine de ganar las competencias en el campo.
Volvió
a ajustar su brazo en forma de musculo con un esfuerzo sobrenatural aguantando
la fuerza y la respiración ante mi gracia.
—Bien,
la tercera prueba fue la siguiente, le dije. Ella retomó la atención.
Debían
de juntar cientos barriles de leche sumamente pura, de esas que tomas gustosa
por la mañana para que te conviertas en una súper heroína, y colocarlas una
encima de otra en un tiempo determinado.
Thor
se sintió satisfecho, podría vencerlo con bastante facilidad; pero Loki siempre
tiene una carta bajo la manga.
Circe
me miraba con el rostro tan asombrado que incluso cubría la boca con las manos.
Thor,
sin dudarlo, comenzó a cargar barriles de cuatro en cuatro usando su fuerza
descomunal para tener inmediatez; aunque esta vez se cuidaba de algún artilugio
de su pintoresco hermano provocando el contenido para asegurarse que fuera
leche y no aceite.
—Pero,
pa… ¿es que acaso Thor es tan tonto? Interrumpió la pequeña.
¿No
sabe que un barril de aceite pesa igual que uno de leche?
Se
tomó la cabeza en señal de burla cuando lo dijo.
—Sí;
pero le gustaba tanto la leche, que la quería solo para él.
—Ah,
ya entiendo, la oí decir reflexiva.
—Solo
los grandes héroes y heroínas beben leche, le dije sugerente.
Y,
entonces, Loki, al darse cuenta que su hermano no caería en artimañas y
seguramente cargaría los barriles hasta culminar, dio a conocer su nuevo truco.
—¿Qué
hizo esta vez?, ¿Aumentó los barriles en un acto de ilusión?
—No,
preciosa. Él no necesitó cargar los barriles, tampoco lo haría si fueran tazas,
muebles o libros, simplemente usó sus poderes mágicos para teletransportar
todos los barriles de un lado hacia otro ganando en cuestión de segundos.
—¿Qué?,
¿en serio?, Pero… ¿es que acaso no fue un acto desleal? Quiso saber la pequeña.
—Puede
ser y puede que no; pues, las reglas no se dijeron y el rey, ante la queja de
Thor, consultó: ¿Qué opina el pueblo? Y a como todos les pareció alucinante el
acto mágico de Loki, lo dieron como válido.
—Fue
el público quien eligió al vencedor, dijo la nena de los ojos claros.
Yo
asentí con la cabeza en una reverencia para darle la razón.
—¿Y
cuál fue la siguiente prueba?
Thor
se sentía derrotado, parecía que Loki se llevaba el triunfo, se sentía confiado
y seguro que ganaría, algo que definitivamente le tuvo que pasar factura, pues,
en medio de su parafernalia festiva ante el público que coreaba su nombre, no
se dio cuenta que el rey de los gigantes hablaba acerca de la nueva prueba y en
ese tramo olvidó, el más pícaro de los dioses, que estaba de espaldas ante un
combate cuerpo a cuerpo, donde perdía quien caía al suelo primero sin usar
armas ni magia. Thor, molesto, picón y dolido en honor, lo cogió por detrás
cuando lo vio sonreír frente al turbulento e histriónico público y elevó por
los aires en una voltereta como en las luchas que te gusta mirar y enseguida lo
hizo aterrizar al pavimento ganando la cuarta y última competición sintiéndose emocionado.
Ambos
estaban agotados, tanto física como mentalmente; pero el rey estaba contento,
se sentía realizado, entusiasta y orgulloso del régimen impuesto para con sus
invitados; resolvió pararse del trono, callar al estimado en las gradas y decir
unas palabras: Hermanos, díganle a vuestro padre que acepto el trato por causa
de ustedes. Thor y Loki se sintieron honrados; pero uno de ellos no se sintió
satisfecho. Pues, de cuatro pruebas, dos había ganado Thor y dos Loki, y uno de
ellos, te imaginarás quien, quería ser el único vencedor.
Cuando
rey de los gigantes firmó el trato de negocios, Thor le dijo: Señor, ¿nos
pondría una última prueba? Es que quiero ganarle a mi hermano.
El
rey se sintió confundido, acababa de firmar un contrato forzándolos a jugar,
pensó que tanto ellos como él habían llegado al fin de la fiesta; sin embargo,
le asombró la reacción del hermano. En ese momento, Loki, molesto con su par,
lo encaró: ¿Qué te pasa? Yo ya estoy cansado, quiero irme a casa a descansar,
¿no te quedas tranquilo con el empate? Thor le dijo varias razones personales
basadas en su ego por las cuales le gustaría ser el ganador y Loki se sintió
ofendido y enojado por su arsenal de habladuría, al punto que insistió en otra
prueba, una en la que podrían usar trucos, armas y demás.
—¿Volvieron
a luchar por culpa de sus egos? Quiso saber Circe sintiéndose absorta.
—Tal
cual, princesa. A veces los egos nos ciegan. Nos impiden divisar el verdadero
horizonte y nos enfadan con los demás.
El
elocuente rey volvió a su asiento y consultó con su público emocionado si
podría haber otra prueba. Ellos, obviamente, accedieron sin dudar.
Thor
sintió efervescencia dentro de su piel mientras que Loki resopló sus manos para
entrar en calor, mientras que el rey de los gigantes, se hallaba pensativo con
las piernas cruzadas y la mano en el mentón intentando hallar la solución o la
ecuación a su último juego.
¡Ya
lo tengo! Lo dijo en voz alta. Se levantó prodigioso y habló en voz alta para
que el mundo escuchara: La siguiente consigna es muy simple, tendrán que beber
la leche de mi vaca favorita hasta que se termine el contenido en aquella taza dorada.
Quien acabe primero será el ganador.
Los
hermanos notaron el tamaño de la taza y sonrieron víctimas de la confusión,
sintieron que se trataba de una broma o de una prueba improvisada; sin embargo,
el rey estaba muy seguro de lo que hablaba.
—¿Y
cómo era el tamaño de la taza? Preguntó Circe curiosa.
—Pues…
era como tu taza de leche, sin el logo de los Power Rangers, le dije en broma.
Ella sonrió y de un sorbo se terminó el desayuno.
—Ya
hubiera ganado, me dijo después mostrando orgullo en la sonrisa.
Los
hermanos, casi al mismo tiempo, cogieron los cuernos que se usaban como conductos para succionar la leche de la
taza ubicada en el centro del piso y los acercaron a sus respectivas bocas para
ingerir el alimento por petición del rey para darle una forma simpática y
carismática al evento.
Con
la misma intensidad y propuesta ganadora impulsaron su sed para beber hasta
saciar el contenido dentro de la minúscula y hermosa taza.
Sin
embargo… ¿Adivina qué sucedió?
Circe
me vio abriendo los brazos.
La
leche nunca se terminaba.
Como
lo que pasa en la casa, dijo con humor. Empezamos a reír.
La
leche, no se acababa, ambos tomaban y tomaban; pero la pequeña taza en medio de
la pista continuaba llena, no disminuía; aunque pareciera que sí y no era un
acto de magia por parte de Loki, debido a que él también se veía afectado y en
su rostro se reflejaba.
Tenía
los cachetes inflados de tanto tomar y tomar y aunque la leche es buena para la
salud, consumir en demasía suele ser perjudicial porque te puedes atorar;
mientras tanto, el rey se carcajeaba viendo como los dos hermanos querían ganar
sin pensar en la artimaña detrás del juego, debido a que el rey no era ningún
tonto y tras la firma del contrato había resuelto darles una lección.
Horas
más tarde, ambos se detuvieron. Ninguno había podido acabar el pequeño tazón de
leche fresca.
El
rey se levantó del trono y dijo: Nunca podrán culminar de tomar la leche porque
esa taza contiene al océano.
Lo
que ha pasado es que en un intento por ver quién es el mejor, los dos han
quedado como tontos.
El
público comenzó a reír. Los hermanos se enojaron contra el rey y quisieron ir
contra él; pero en un dos por tres desapareció junto al estadio y la gente
dejando únicamente el tratado de venta de su establo.
Thor
y Loki, avergonzados, prometieron no contarle a nadie lo sucedido y se
volvieron a casa entre risas y abrazos.
Fin.
Circe
estirando una sonrisa tras asimilar por completo la reflexión en el relato, me
dijo: Hoy voy a vencer a mis compañeros en los juegos de campo; pero les daré
la mano y les mostraré los trucos del triunfo. Trabajaré en equipo siendo una
líder justa y compartiremos los logros. ¿Qué te parece, pa?
—Excelente,
preciosa. No esperaba menos de mi hija, le dije abriendo los brazos para que
pueda calzar en mí en un apretón tan tierno como dulce en donde no faltaron los
besos y las risas.
Enseguida
se apresuró para alistarse para el día de campo y al cabo de un corto tiempo
salimos para allá.
El
resto del día fue una sucesión de hechos divertidos que en otra ocasión voy a
relatar.
Fin
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