- Hola,
¿Cómo estás? Ojalá pudiera decirlo en persona y ver tus gestos al aire mientras
vas contándome tu rutina con esa forma tan locuaz de hablar.
Podría
capturar ese momento en mis letras en un santiamén.
No
tengo redes sociales, me distrae. Por eso desconozco tus nuevas facetas y
tampoco estoy seguro si sigues siendo la misma; pero si hay algo a lo que me
aferro es al hecho de que no perdiste tu esencia.
Lo
sé porque todavía sigo enamorado de ti. Tu esencia es un reflejo de mi
enamoramiento.
¿Qué
andabas haciendo antes de recibir la carta?
En
alguna parte de tu casa realizando una actividad casual y ahora leyendo esta
carta recostada en el sofá o sentada viendo el ordenador en una cafetería popular
tras escribir un informe.
Y
yo desde alguna parte del mundo soñando con que lees mis emociones abiertas
como nunca antes ocurrió.
Se
me hacía difícil, lo siento; pero ahora siento como si todo transcurriera con
facilidad por mis manos.
Te
imagino sonriendo y llorando con tu dosis exacta de drama. Luego te veo enojada
y cerrando la laptop con fiereza, aunque también destruyendo la carta en cuestión
de segundos para no querer verla más.
Te
entendería. A nadie le agrada la gente que se expresa o disculpa después de
tiempo.
Lo
sé, cariño, ¡Soy un cretino! Pero uno honesto. ¿Sabías? Pues, acepto y
comprendo todo lo que hice durante la relación.
Arruiné
lo que tuvimos por mi voluntaria fascinación por querer lograr un sueño que me
mantuvo cautivo y alejado de nuestra cena, cama y reuniones de amigos.
Quedarme
en una cueva con nombre de oficina dejándote sola en el apartamento que
rentamos esperando por mí o alucinando que estoy en otras camas, fue muy egoísta.
¿Es
tarde para decir que lo siento?
Sí,
lo siento. Pero no me arrepiento.
Lo
único que añoraba era tratar de hilvanar unas oraciones que construyan un
relato, uno que me llevara al éxito, el cual compartiría contigo de inmediato y
tendríamos todo lo que deseamos, incluyendo el pago de las rentas y el vestido
que tanto te gusta de aquel escaparate.
Olvidé
por completo que la mayor fuente de inspiración se encontraba en mi casa, sobre
la cama, en frente de la mesa y a mi lado y por eso tantas veces golpea en mi
pecho un agudo dolor que señala que te extraño a rabiar pero no tengo el valor
de ir por ti, pues recuerdo las palabras feroces cuando te fuiste: ‘Ya no te
amo, no soy feliz aquí, necesito nuevos horizontes. Tú vives tu mundo y yo
necesito tener el mío’.
Respalda
a mi actitud quieta lo que dices, porque realmente no quiero arruinar la
felicidad de nadie y si ahora sonríes y ríes, no merezco estar cerca.
Y
aquello me lleva como imán a la escritura. Es como si toda esa incertidumbre de
‘voy por ella o no’ se trasladara al texto. Es un acto mágico y masoquista que aprendí
a controlar.
Bueno,
quiero escribirte un par de palabras que comienzan con un golpe en el pecho
diciendo que te extraño; podría decirlo mejor: Es como un aguijón que penetra
lentamente en mi corazón esta sensación tan dura por extrañar.
Sin
embargo, estoy aislado porque quiero acabar una novela e irónicamente duele una
cima que no estemos juntos y aquello me inspira bien lo dije antes.
Es
curiosa la forma como la agonía y el sufrimiento son capaces de engendrar inspiración,
proyecciones de sucesos que nunca van a suceder aparecen en mi mente para ir
directo a las hojas, momentos que jamás tendremos los escribo como si fueran
reales y mis personajes van gozando de ratitos que nosotros nunca tendremos.
Es
una ironía nefasta que te extrañe un cielo y escriba todos los días a todas
horas como si te tuviera cerca.
Mi
carta no abre una promesa ni un juramento por una nueva vida, no te quiero para
mi camino, tampoco espero que leas y sientas una pena gigante por mi situación,
pues…estoy escribiendo y eso resulta bueno de alguna manera u otra, porque bien
sabemos todos, era lo que buscaba. Quizá, sin la forma correcta, pero era lo
que anhelaba.
Yo
solo quiero decirte, que extrañarte en este tiempo distante, alejado y
solitario ha hecho explotar de mi interior textos tan nostálgicos como sublimes
que se desprenden de mi cuerpo y van a las hojas con la flama de tu nombre
vertida en ellos y en una completa hazaña del destino… Son para ti.
Todavía
sigo siendo un cretino egoísta, por eso dije que era uno sincero y sigo
encerrado intentando volverme escritor; aunque esta vez, gracias a tu derecho
por dejarme y romperme el corazón, hoy estoy escribiendo más que antes y quería
redactar esta carta para que lo supieras y entendieras la paradoja: Dejarme fue
el impulso que necesité para escribir.
Tal
vez sea una clase rara de amor la que siento; pero a veces es así porque la
vida tiene una enorme maraña de situaciones extrañas que difícilmente se
entienden y solo se compartan de modos literarios.
¿Qué
si todavía te amo? ¡Por supuesto! Pero lejos nos hacemos bien.
Gracias
y que tengas una buena tarde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario