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domingo, 9 de abril de 2017

El día más feliz de su vida.

- Soy de las personas que no tienen reparos en decir no.
No lo pensé con determinación, estaba enamorado y a veces, no te deja pensar con crudeza. Crees que puedes contra el mismísimo mundo; pero no te das cuenta que no es contra él con quien batallas, sino contra la otra persona y tantas veces, contra uno mismo.
Recuerdo al magistrado preguntar, ¿aceptas como esposa a…? y yo pensando en lo bella que se veía con ese atuendo blanco, valga un comentario en su terraza poco antes del ansiado momento, fumando marihuana y viendo la luna, “mi madre me va a dar su vestido”. A la señora, con el debido respeto, difícilmente se le va a parecer, pensé entre risas mentales para luego aseverar, también en la cabeza, que se veía bellísima.
La amaba y ello fue suficientemente para aventurarme en algo de lo que no tenía idea; de hecho, sabía de relaciones amorosas a pesar de mis veintidós, aunque ninguna con tanta atmósfera social. A lo máximo que había llegado es a conocer a los padres en una reunión familiar y hacer un salud con el señor de grueso bigote rubio, el mismo que estaba sentado con un traje de diseñador, orgulloso y contento, ¿Qué raro, no? Ver a un padre dejar a su hija de veintitrés casarse con el fulano que conoció en redes que no entendía aún; pero que le agradó, según me dijo varias veces, por mi honestidad, por la forma como soy claro como conciso. Ah, claro está, por lo que los padres llegan a aceptar esta clase de compromisos: Porque la amaba.
Me lo dijo solo una vez, fue en una borrachera, yo había tomado demás y el señor cien veces peor, abrazados y luego de reír de todo lo que acontecía, me dijo: Eres un buen tipo, amas y respetas a mi hija, eso es lo que me hizo aceptar esto.
La amaba, obvio, de lo contrario no hubiera cometido dicha locura
-ahora la llamo de ese modo y me resulta gracioso- pero en su momento fue algo asombroso, como sacado de mi imaginación o de repente de un abismo en mi mente en el cual nunca había estado, muchos de mis contemporáneos decían: Nunca lo haré. El matrimonio me aterra y demás; yo también, lo admito, pero ya estaba ahí, de traje y nervios brotando con facilidad, ella estaba bella y radiante, también nerviosa; pero, feliz. Muy feliz. Era, según dijo, su realización personal, su anhelo, algunas mujeres sueñan con casarse con el tipo ideal, quien las ama y protege y lo hará todo el tiempo. Yo, para ella, era ese individuo.
La cogí de la mano como nunca a pesar de siempre andar de la mano, la vi pensando en todo lo que vivimos hasta ese instante, en las situaciones, la distancia, las estupideces, las locuras y el amor en su totalidad, ese amor que nos condujo a esto, que empezó como un ¿puede ser, no? Pero se volvió realidad tan rápido como no pude alucinarlo. Ya estaba al lado de mi futura esposa en cuestión de segundos e iba a ser inevitable que ocurriera algo distinto. ¿Qué cosas podrían suceder después? No lo sabía, ni siquiera, imaginaba. Tal vez, ni eso.
¿Acepta, señor? Oí la pregunta tras un pasaje infinito de ausencia. Todos me miraron, incluso, ella, lo hizo de un modo en señal de duda que conocía a la perfección, lo hacía cuando preguntaba si me gustaba su asado, que no me gustaba; pero decía lo contrario.
Esta vez, fue distracción; entonces, enseguida, añadí: Si, claro, acepto.
Nervioso, ansioso y a la vez, gracioso. Ella por fin sonrió tras verme de ese modo y el señor nos hizo besar. Lo hicimos, cogidos de la mano y alegres, la multitud también lo estaba, aplaudieron emocionados, su madre lloraba, su hermana la abrazaba, salimos del lugar entre risas y sonrisas, cogidos de la mano llegamos al auto, lo abordamos y este avanzó con lentitud. Atrás pude ver a la cantidad de familiares, todos de ella, mío ninguno porque estaba en una ciudad alejada y los míos no tenían idea de que esto sucedía.
 ¿Qué sucedió después? Muy aparte de contar el instante en que hice una de las más grandes locuras de mi vida, me quedan recuerdos imborrables, en especial, el momento en que vimos por detrás del vidrio y notamos la alegría de la gente que vino a vernos casar, ella cogió mi mano y sonriendo me dijo, es el día más feliz de mi vida.

Fin


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