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viernes, 14 de abril de 2017

Dos

- Todas las veces que me peleaba con mi chica iba a buscarla. Es curiosa la forma como no olvidas una dirección, sabía exactamente como llegar a pesar de que su casa se encontrara a dos horas de la mía y mientras la imagen de la ubicación aparecía en mi mente recordaba a su vez los momentos que vivimos. Aquí viene otra particularidad, la manera como alguien nunca zafó de tu corazón y a pesar que en la actualidad te encuentres en una relación, sigue estando allí. Es como un fantasma, aunque por momentos lo llames demonio. En ese instante, cuando mi enamorada se iba de casa haciendo estallar la puerta, gritando como desquiciada e insultando a esas personas que odia por sus celos, ya enfermizos, comencé a pensar en la otra chica preguntándome, ¿Por qué ella nunca me hizo una escena de esta magnitud? Sí, sé que es complicado comparar; pero a veces resulta inevitable o mejor dicho, oportuno. Ella se iba lanzando ajos y cebollas, creyendo que iría tras ella como lo había hecho muchas veces, se haría de rogar, diría que estoy errado, que esas mujeres quieren estar conmigo, yo trataría de hacerle entender que se trata de mi trabajo, de lo que voy a vivir y ella diría que debo dedicarme a otra cosa, entonces, yo, respondería que soy bueno en esto, ella callaría porque lo sabe; pero en el fondo quiere un oficinista cuya labor es impecable; pero no necesita de seguidores. Soy escritor, me debo a mis lectores, ella lanzaría argumentos en contra de ellos, todos basados en terribles celos que nunca entendí, entonces, al fin, me daría la vuelta e iría, cuando eso ocurriría, me cogería del abrazo y abrazaríamos para darle final a la idiotez de pelear por celos. Pero yo ya estaba agotado de todo ello, por eso, cuando se fue llorando y haciendo su berrinche repetitivo y absurdo me di cuenta que fui un cretino, que nunca debí estar con ella porque no me sumaba, y lo de cretino es porque no debí dejar a mi anterior novia, una chica hecha y derecha como diría mi madre, que me amó a pesar de no ser nadie y me hubiera apoyado y amado cuando por fin pude ser alguien, hubiera respetado y hasta admirado mi trabajo; pero ya no la tenía, y me insultaba por haberla perdido y por perder mi tiempo en relaciones que no van a ninguna parte, en especial, con tipas que no reconocen mi labor. Estuve furioso y luego nostálgico; después, quise cometer la locura y la hice enseguida.
Cogí lo necesario: Valor y coraje. Cigarrillos y agallas. El bus, luego de tanto tiempo, me dejaba en el paradero Astete, descendía caminando por la Avenida Los Insurgentes y mientras andaba iban cobrando vida nuestros mejores momentos, en mi cabeza, aparecían a por montones, haciendo que sonriera y me motivara para seguir el trayecto, la amaba y lo sabia; aunque nunca se lo había dicho a alguien, ni siquiera a ella misma, era como si ese amor solo despertara cuando me doy cuenta que la necesito o mejor dicho, cuando me daba cuenta que la perdí. 
Ya no pensaba en la otra persona, imaginaba que si ella, en el mejor de los casos, se animara a volver, terminaría de inmediato con la otra persona, a quien lamentablemente no amaba, o si, o tal vez lo hice; pero ya no, porque mi corazón siempre estuvo ocupado o quizá, ese amor andaba escondido y apareció con fuerza en ese instante en el que doblaba en una esquina para ver el parque de su casa, ya estaba asomándome, ya estaba a punto de llegar a su feudo, la casa de tres pisos color blanco con portón marrón, debía de tocar el timbre y esperar a que saliera, lo tenía todo listo y andaba muy emocionado, con ganas de decirle, te amo, perdóname, quiero volver contigo, te he extrañado, eres la mejor del mundo y tantos argumentos que surgirán en el preciso instante en que la vea a los ojos y sienta ese amor que nunca se fue.
Jamás me atreví a tocar el timbre, toda mi valentía se iba cuando recordaba los siete años que ya habían pasado, cuando me acordaba de las veces que dediqué tiempo a perderla y aunque mi actual pareja llamaba desesperadamente al móvil que vibraba, sabía que no debía hacerlo, que por emoción y un fantasmagórico amor repentino, no podía arruinar a ambas, una, ya en su vida sin mí y otra, pensando que todavía puede encajar; pero no pensando en quien intenta buscar su lugar en corazones hechos de otro molde. 
Terminé con la primera cansado de tantas ecuaciones sin solución y decidí olvidarme de la otra, para poder avanzar con tranquilidad.
Resalta una ironía, escribiré de ambas.


Fin

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