‘Altos de Gualeguay’ es el único sitio con cine dentro de la ciudad.
Fue
también la primera foto que vi del lugar. Ella me la envió de forma borrosa, yo
creí que se trataba de un lugar recóndito de la Argentina; pero, mientras iba
averiguando, sabía que en Perú existen lugares menos populares. Soy un hombre
de ciudad con edificios, avenidas grandes, gente yendo y viniendo que no me
acostumbro a saber de otros sitios desolados, que, en definitiva, me resultan
fascinantes. Entonces... ‘Altos de Gualeguay’ pareció el sitio propicio para
ser el primer lugar adonde ir al llegar.
En
el centro comercial, por así llamarlo, existen dos tiendas abiertas, ambas son
de ropa, en frente, casi al entrar, hay un restaurante con barra y sillas en la
calle formando una redondéela simpática donde ir a pasarla bien un fin de
semana con tu novia o amigos tomando birras o comiendo algún sanguche de la
casa.
En
el segundo piso está el cine. Solo hay una sala con un market en frente donde
un sujeto te atiende las bebidas, vende la entrada, da el vuelto, indica el
baño, te genera la llave del baño, está a la espera del inicio de la película y
no te abre la puerta de la sala de cine, para eso está una muchacha sonriente con
remera del cine, quien cordialmente te invita a entrar. La sala es pequeña,
cinco a seis hileras de asientos en frente de la pantalla que me recuerda a un
cine antiguo de Lima, al cual iba de niño con mis amigos de escuela.
Claro,
que salvando las diferencias, me fascina un millón de veces más ir a Altos de
Gualeguay que estar en una cola gigantesca en un cine enorme de la Lima que
nunca extrañé estando allá.
Compramos
canchita y bebidas, conversamos un rato previo a la película manoseándonos un
poco porque somos o éramos medios alocados en ese sentido y aspecto, y
enseguida, acompañados de un par de personas que estaban a distancia sin querer
estarlo pero lo estaban, apareció en escena la película de acción que vimos con
esperanza pero no estuvo a la altura, lo cual era irrelevante, porque el asunto
real y conciso fue pasarla genial juntos.
Inmortalizamos
el rato en una foto previo a entrar al cine, en esa espera media impaciente o
habitual, ella se veía linda con un vestido y yo andaba facha como de
costumbre, el momento fue retratado en la imagen, la cual a veces observo,
contemplo, recuerdo y analizo, porque mi memoria es frágil y el tiempo
maltrecha los recuerdos, por eso prefiero escribirlos para no perderlos.
Conocer
‘Altos de Gualeguay’ fue una experiencia linda, pues siempre, desde que vi esa
imagen borrosa, supe que debía ir y sacarme una foto en el sitio para decirme a
mí mismo que estuve allí y fui feliz.
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