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miércoles, 17 de octubre de 2018

Una mañana contigo

- Despierto a alrededor de las ocho de la mañana, según el celular a mi lado. Salto de la cama y voy directo a la cocina a preparar el café, ando despeinado y sin camiseta, me gusta dormir en bóxer y poco a poco ando sintiendo el calor de la supuesta primavera. Ya de vuelta a la habitación con taza llena de café, prendo la computadora, reproduzco música al tiempo que adorno la cama, coloco un short y una camiseta y me acerco al cuarto de la pequeña para despertarla. Ella ya se encuentra despierta cuando la sorprendo, se limpia los ojos y luego abre los brazos junto a un largo bostezo, le digo la hora, se asombra por lo tarde que es y empieza a hacer sus quehaceres con rapidez. La veo con una sonrisa y luego, por maldad amorosa, le digo: Oye amor, es sábado. No vas a la escuela.
Muestra una sonrisa muy tierna, reímos enseguida y le digo que me siga para tomar desayuno juntos. Nos acomodamos en la mesa, ella bebe cereal con leche o yogurt, de acuerdo a lo que quiera, yo le sigo dando al café y a unos panes recién salidos del horno. Conversamos sobre la película de ayer, se llama Intensamente y casi me da un ataque feeling cuando ese gordito desapareció, ella lloró, todo ese sentir precioso lo sacó de su madre y también de mi vieja, ambas ven películas románticas o dramáticas y se echan a llorar. Yo evito mirarlas cuando ocurre, es que soy de los que sufren ataques de risa en momentos en los que no debería.
Lejos de eso, comentamos a cabalidad sobre los comportamientos de la niña, es una de mis maneras de enseñarle y mostrarle las actitudes negativas y positivas, porque ese asunto de hablar y hablar es cosa del pasado.
Yo prefiero que ella asimile con situaciones visuales y luego le hablo influenciando su sistema.
Aparte de ello, en respuesta a mi broma, me dice: Pa’, tú te pareces a DinDon (creo que se llama así)
¡Rayos! Pienso y luego comienzo a reír. Ella también lo hace y acota: Aunque él es muy gordito.
Volvemos a reír.
Al rato llega mi vieja, toca la puerta de la casa, entra con muchas bolsas de supermercado y afirma: Hoy nadie come en la calle, hoy yo cocino.
Ella y yo nos miramos y aplaudimos.
Es así como suele pasar mi mañana de los sábados.
Una divertida manera de ser feliz.



Fin


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