- ¿Cómo no podría amarla? Si cita a Borges cuando charla, si lleva el cabello rizado y suelto como me encanta, si cree en mis utopías y no ríe cuando sueño con mi libro en una librería de Júpiter, si es mi delirio hecho mujer, mi fetiche más secreto y mi diosa mitológica favorita. Si soy más adicto a su sabiduría que a su cuerpo, si me cura la resaca a base de besos y estamos juntos cuando el mundo intenta detenernos. ¿Cómo no podría amarle? Si solo basta con que me mire.
¿Cómo no podría amarla? Si es la dueña de mi inspiración, si a veces no la llamo por su nombre y le digo musa de mis textos.
Si me he vuelto adicto a su encanto innato, si soy fanático de sus besos y loco por sus caricias. Si me siento recompensado cuando veo el brillo en sus ojos luego de leer uno de mis poemas.
Si me he vuelto adicto a su encanto innato, si soy fanático de sus besos y loco por sus caricias. Si me siento recompensado cuando veo el brillo en sus ojos luego de leer uno de mis poemas.
¿Cuánto podría llegar a amarla? Lo pensé en el instante en que la vi asomarse, con una sonrisa que evidenciaba enamoramiento y los brazos abiertos precisos para converger conmigo y no perdí el tiempo resolviendo la respuesta, la abracé y la hallé; pero nunca lo supe porque me concentré en gozar de lo que sentí, no en explicármelo.
Luego, mirando el techo de mi habitación y por ratos frente a la notebook, intenté describir lo que sentí -nunca pude llegar a definirlo- pero lo intenté.
Luego, mirando el techo de mi habitación y por ratos frente a la notebook, intenté describir lo que sentí -nunca pude llegar a definirlo- pero lo intenté.
“Primero vives, luego recuerdas y cuando recuerdas, escribes”.
Por eso digo que te prefiero en ausencia cuando escribo y cuando gozo de ti, en escribir, es en lo que menos que pienso. De cualquiera manera, siempre estas presente y amarte se hace inevitable.
Fin
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