- Hubo un tiempo en donde desconocía el camino o tal vez, se encontraba nublado. No asistía a las clases de Administración porque no me agradaba Estadística y tampoco Costos Operativos y por más que intentaba meterlos en la cabeza, no lo lograba.
Es posible que lo que haya hecho sea más estúpido aún, ese momento en el que no asistes y no puedes volver a casa y decides caminar por lugares inhóspitos mientras vas pensando en qué diablos hacer con tu vida.
Me detenía en parques con bancas y una vez sentado meditaba sobre lo que haría, tenía bien en claro que me desagradaba por completo el hecho de lidiar con las matemáticas, mi eterno némesis y sin embargo, no concretaba el valor, que por ratos se encendía, de abandonarlo y dejar que mi padre gaste en vano.
Siempre he sido un sujeto optimista y creía que mágicamente aprendería formulas y me resultaría todo tan sencillo como a la mujer de gafas que era parte de mi grupo y no dejaba de criticarme por lo holgazán y por mis constantes faltas a los encuentros en la biblioteca.
¿En verdad pensaba que iría a uno de esos aburridos encuentros?.
El resultado fue obvio, me echaron del grupo y no supe como terminé en los exámenes porque no asistí a ninguno.
Bueno, en aquellos parques pensaba en lo que realizaría para poder mantener una familia, como dictaba siempre mi madre y por ratos me daba ese coraje de abandonar la carrera y dedicarme a eso, que todos en casa sabían que hacia bien, -costaba creer que hacia algo bien- pero no estaba del todo seguro. Temía aventurarme a algo desconocido y dar un paso para caer en un abismo.
De hecho, tuve que superar ese miedo para salir adelante.
Con el tiempo, de tanto visitar parques y conocer bastantes y luego volver con mi chica de ese entonces y presumir que conozco bastante, abandoné la carrera y con el apoyo de mi padre, que siempre cree en mí, pude publicar una obra.
Ese primer e irresponsable libro contenía las vivencias y anécdotas realizadas con mis amigos, a quienes les decía demonios, y por mas, que creía que era algo divertido publicarlas me di cuenta que era una completa payasada, lo cual resulta chistoso ahora; pero en ese momento era como una especie de realización personal.
Fue una auto publicación, hice un tiraje de cien libros y pude vender la mitad y los otros los regalé.
Uno aprende de las experiencias, entonces, con el tiempo, dedicado plenamente a escribir pude desarrollar un mejor libro.
“Una noche, una musa y un teclado” saca lo mejor de mí, mi lado más romántico desborda en el libro.
Asociado con una editorial y con un carácter serio y formal pude publicarlo y lograr muchas satisfacciones. Una de ellas es haber estado en una feria de libro y andar en librerías.
Estoy avanzando en lo que hago, me encanta vivir haciendo esto.
Es posible que lo que haya hecho sea más estúpido aún, ese momento en el que no asistes y no puedes volver a casa y decides caminar por lugares inhóspitos mientras vas pensando en qué diablos hacer con tu vida.
Me detenía en parques con bancas y una vez sentado meditaba sobre lo que haría, tenía bien en claro que me desagradaba por completo el hecho de lidiar con las matemáticas, mi eterno némesis y sin embargo, no concretaba el valor, que por ratos se encendía, de abandonarlo y dejar que mi padre gaste en vano.
Siempre he sido un sujeto optimista y creía que mágicamente aprendería formulas y me resultaría todo tan sencillo como a la mujer de gafas que era parte de mi grupo y no dejaba de criticarme por lo holgazán y por mis constantes faltas a los encuentros en la biblioteca.
¿En verdad pensaba que iría a uno de esos aburridos encuentros?.
El resultado fue obvio, me echaron del grupo y no supe como terminé en los exámenes porque no asistí a ninguno.
Bueno, en aquellos parques pensaba en lo que realizaría para poder mantener una familia, como dictaba siempre mi madre y por ratos me daba ese coraje de abandonar la carrera y dedicarme a eso, que todos en casa sabían que hacia bien, -costaba creer que hacia algo bien- pero no estaba del todo seguro. Temía aventurarme a algo desconocido y dar un paso para caer en un abismo.
De hecho, tuve que superar ese miedo para salir adelante.
Con el tiempo, de tanto visitar parques y conocer bastantes y luego volver con mi chica de ese entonces y presumir que conozco bastante, abandoné la carrera y con el apoyo de mi padre, que siempre cree en mí, pude publicar una obra.
Ese primer e irresponsable libro contenía las vivencias y anécdotas realizadas con mis amigos, a quienes les decía demonios, y por mas, que creía que era algo divertido publicarlas me di cuenta que era una completa payasada, lo cual resulta chistoso ahora; pero en ese momento era como una especie de realización personal.
Fue una auto publicación, hice un tiraje de cien libros y pude vender la mitad y los otros los regalé.
Uno aprende de las experiencias, entonces, con el tiempo, dedicado plenamente a escribir pude desarrollar un mejor libro.
“Una noche, una musa y un teclado” saca lo mejor de mí, mi lado más romántico desborda en el libro.
Asociado con una editorial y con un carácter serio y formal pude publicarlo y lograr muchas satisfacciones. Una de ellas es haber estado en una feria de libro y andar en librerías.
Estoy avanzando en lo que hago, me encanta vivir haciendo esto.
Fin
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