- La
princesa suele cuestionarlo todo, yo no lo hacía a su edad, pues en ese
entonces andaba pensando en las batallas de Seiya y el resto de caballeros.
Ahora ella prefiere evitar la televisión y mirar canales de Youtube, desde mi
cuenta ha suscrito a casi todos los canales de historia y astronomía que llegan
a aparecer, pero su favorito resulta ser Academiaplay porque dice: Cuando tengo
dudas, me lo resume todo.
Hoy
regresábamos de la escuela caminando porque a su bici se le arruinó una llanta y
no queremos sofocarnos en el bus. Queda ligeramente cerca, a un par de kilómetros
de distancia que se vuelven metros con una charla interesante acompañada de
helados.
La
pregunta, ¿Y si realmente tenemos una existencia extraterrestre? Vino como
anillo al dedo porque yo le estaba comentando acerca de un documental que vi
sobre la formación de la Tierra, uno que no pudimos ver juntos porque estaba en
casa de su madre y allá no la dejan usar mucho el ordenador (o bueno, le dan un
tiempo).
—No
lo sé y creo que nadie lo sabe, preciosa, le digo tras una leve reflexión con
los dedos frotando el mentón.
—Lo
entiendo, pa. Pero, ¿y si lo fuera? Es decir… Se pone inquieta en ese momento
porque le entra la inspiración, sacude las manos con ademanes y chasquidos como
si estuviera preparando la explosión de inspiración, me recuerda a mi cuando
tengo ganas de escribir y estoy lejos de casa y debo volver o trasladar la idea
a algún lado para no olvidarla.
Por
suerte estoy a su lado, la escucho a todo momento y comparto sus nociones.
Cuando suelta el estallido dice: Tal vez venimos de afuera, somos una raza
creada por otros entes, no sé si parecidos o diferentes, pero como una creación
neutra o aislada de todo este sistema solar porque en otros planetas no puede
haber vida, entonces esos seres que nos crearon usaron la posibilidad de la
Tierra para convertirnos; aunque primero fueron practicando con otros seres, ya
sabes, dinosaurios y demás.
—
¿Quieres decir que somos un experimento alienígeno?
Ella
comienza a reír.
—Eso
daña mi orgullo, princesa.
Sonríe.
—No
lo creo como para afirmarlo, solo se me ocurrió mientras escuchaba hablar al
profesor de Química.
—Amor,
tú no llevas Química. De hecho, vas a llevarlo en algunos años.
—Quise
entrar a una clase para curiosear.
—Bueno,
¿me van a notificar tu ausencia en clase para ir a otra clase?
Sonrió
de nuevo.
—Pa,
el punto es que ¿y si venimos de otro lado?
—Bueno,
princesa, tienes una millonada de teorías estrambóticas que me fascinan y sabes
que yo respeto todas y las adhiero; pero, si esperas que responda a tu
pregunta, para ser honesto: No tengo idea. Solo sé que ahora estamos aquí y sé
que serás una gran científica.
—Quiero
ser doctora y escritora.
—Entonces,
serás una gran doctora.
—Y
escritora.
—Y
escritora, le digo.
—Escritora
de ciencia ficción, añade.
—Y
allí vas a poder explotar todas tus ideas.
Se
llena de emoción.
—Sí,
porque cada vez que comparto mis ideas con la abuela siempre termina diciendo:
Hijita, Dios creó el universo en el Génesis y tanto rollo aburrido.
Se
me hace imposible no reír.
—
¿Y qué hacemos cuando alguien dice algo así, princesa?
—Respetamos
en silencio su idea, pa.
Asiento
con la cabeza.
—Pero
a veces quisiera decirle que no fue así, todo empezó con la gran explosión.
—Sí
mi amor, pero tu abuelita tiene doscientos años y mil dogmas, no lo va a
entender.
—
¿Qué son dogmas, pa?
—Son
los argumentos que usan las personas para volverse ciegas ante las pruebas.
—Qué
curioso, voy a buscar ejemplos.
—Y
bueno, ¿Qué almorzamos hoy? Añade enseguida.
—Veremos
que nos ha preparado tu abuelita favorita, le digo.
—Espero
que algo delicioso, dice entusiasta.
—Solo
no vayas a decirle que tomamos helados.
Sonríe
en complicidad.
Y
doblamos la esquina que nos hace ver el parque donde vivo. Ya estamos cerca y
el andar se hizo frágil e interesante con una buena plática.
Fin
No hay comentarios:
Publicar un comentario