- ¿Alguna
vez me preguntaste que sentí?
¡En
tu egoísmo solo tenías penas para ti!
¡En
tu mezquindad solo cabía tu dolor!
¿Y
ahora preguntas por qué me alejé?
Debí
destruir tu mundo con ataques de risa desatando en tempestad todo lo que llevaba
adentro; pero preferí decir, disculpa, ya no puedo seguir compartiendo este
camino contigo.
¿Ves
cómo tragué mis verdades para no dañarte?
Pues
a pesar de toda tu ingratitud hacia mí, yo todavía tenía el sentido de la
decencia para saber zafar sin lastimar.
Debí
odiarte, pero ni siquiera tumbé la puerta al salir.
Destruí
estrellas con mis manos en el techo de mi habitación, lleno de furia y frustración,
pero ninguna palabra con ácido fue a caer en tu rostro.
¡Yo
estuve allí! Estuve en todo momento para ti.
Desistí
a mis pasiones.
Me
ausenté en mis reuniones.
Luché
a capa y escapa por un sueño unido y cuando caímos rendidos por el huracán de
maldades celestiales que nos condujo a la derrota, estuve allí para calmar tus
ansias, apaciguar el dolor y sofocar el llanto olvidando mis sentidos,
ignorando mis propias emociones para luego recibir tus ataques direccionados al
alma como si la culpa fuera mía, como si yo hubiera activado el volcán que nos arrasó.
¡Como si yo era el causante de tu dolor!
Y
sin embargo, estuve allí. Oyendo e ignorando tu rabieta egoísta hacia mí para
ofrecer abrazos honestos como oasis en el desierto.
Alguna
vez preguntaste, ¿Qué sentiste tú?
Pues
solo quisiste verte ahogada.
Pensaste
que el dolor te pertenecía.
No
miraste a tu lado y me viste destrozado.
Te
hundiste y me llevaste en pedazos para salvarte.
Y
lo hice.
Y
lo hice, aunque todavía me encontrara en pedazos.
Por
eso me voy, te salvé y dejé de amar a la misma vez, ahora busco mi camino y en
el andar encontrar la manera de exorcizar mi melancolía.
Fin
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