Cuando me detengo al frente de su casa, tengo la fantasía de verla arrimando la cortina de la habitación del segundo piso, tímida, mostrando parte del rostro y sus dedos con uñas mordidas. Imagino que al verme se muestra en su totalidad, con una sonrisa que refleja emoción y pienso que desaparece para descender enseguida y atravesar la puerta principal. Sueño que me acerco, que nos abrazamos en un abrazo detenido en el tiempo, como si el creador, por fin, decidiera continuar esta historia. Besos, palabreo, afecto, todo suma en ese instante.
Pero me veo aquí, solitario, distinto en todo sentido, escuchando al nuevo inquilino preguntar un tanto alarmado: Disculpe, joven, ¿A quien busca? Y cuando enfoco mis sentidos en aquel desconocido señor, le digo sin ocultar mi dolor: A alguien que alguna vez vivió aquí; pero que hoy solo yace en recuerdos.
A veces, joven, ese es un gran lugar para vivir, responde y me voy.
Fin
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