- Ando estresado por cuestiones personales, tengo resaca y estuve escribiendo. De repente, escucho a los vecinos gritar descontroladamente, a pesar de tener la puerta cerrada; pero las cortinas abiertas (por el calor, obviamente) oigo los gritos y lloriqueo de niños eufóricos al punto de dejar el teclado y acercarme a la ventana para con voz enfadada decir: ¡Dejen de gritar, maldita sea! Enseguida, recordé a mi némesis de la infancia, un horrible viejo que impedía que jugara pelota en el parque, me acordé de sus gritos y la forma tan malcriada como le contestaba, en ese instante me dije: Bryan, ¿Qué carajos está pasando? Entonces, resolví calmarme. Mi peor pesadilla no puede hacerse realidad.
Curiosamente, esta situación me ha hecho reír y relajarme un rato.
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