- A veces extrañas el momento más trillado y monótono. Más simple, digamos, el hecho de ver una película, distanciados por un cuerpo o el asunto de conversar de cualquier situación, quizá, ese instante en que la abrazas mientras duerme. El hecho de tocarle la barriga y hacer el gesto de asombro (gracioso, por supuesto) o el placer de enredarse con recetas culinarias o un chiste que siempre se cuentan. Te pones a pensar que son esos momentos los que uno anhela, irónicamente, los llaman monótonos. ¡Válgame Dios! Hacen falta cuando no están. ¡Qué vuelvan a ser rutinarios! Que los quiero siempre en mi vida. No extraño eventos extraordinarios, extraño la rutina de tenerte siempre.
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