- Como en sueños, no recuerdo como aparecí en el asiento final del bus, pero me di cuenta que estabas a la izquierda porque colocaste tu mano sobre mi pierna como un acto natural y casual, como esos hechos que no se cuentan pero se sienten con calidez ocasionando sonrisas junto a una mirada tierna para enseguida continuar observando el trayecto en una avenida conocida de la Lima en donde vivo y sin parecerme extraña tu presencia al lado, pues, dentro del sueño, íbamos –no sé adonde- pero nos sentíamos cómodos como si estuviéramos largo tiempo sentados y simplemente tuviéramos el ratito silencioso para matizar pensamientos basados en las conversaciones que tuvimos o las situaciones que vivimos antes o durante, en cuestión, tan solo nos dirigimos a alguna parte (mi casa, tal vez) y estábamos unidos por los asientos cercanos y las manos juntas aunque también analizando el momento dentro de las mentes.
De
repente, te hablé de nuevo: Y, ¿Cómo te sientes? Fue la pregunta inicial. Diste
una sonrisa amplia, fácil pero no frágil y te recostaste sobre mi hombro como
si necesitaras oírme para poder estar en paz cerca de mi regazo y yo
sintiéndome el hablador del grupo, no sé porque pero acostumbro a charlar,
comencé a contar una experiencia extraña basada en hechos reales mezclados con
la ficción, una típica conversación mía cuando quiero hablar sobre algo para
expulsarlo y darle forma, es decir; contarte una historia que voy a escribir y
a medida que la voy organizando en la mente y relatándote en frente entiendo y
me doy cuenta que se hace real, es como esos sucesos que deben decirse para
moldearse. Me gusta contar ficciones porque las vuelto reales cuando te las
llevas.
Sí,
es un algo tiernamente cruel, porque cuento una mentira para hacerte creer una
verdad, de algo totalmente imaginario y de ese modo la vuelto tangible para
poder escribirla mejor.
Trucos
de autor, a veces lo creo.
No
tengo en mente con exactitud cuántas conversaciones fui inventando a medida que
hablaba contigo apoyada en mis hombros y las manos tan juntas que parecían
seres gemelos, solo recuerdo que repentinamente me asaltó una intuición
desagradable. Vi a dos tipos extraños con sus apariencias y aunque a ti no te
preocuparon, yo tuve una mala vibra que pude denotar con la mirada fija en sus
actitudes, tal vez, a veces pienso un poco antes que los otros, razón por la
cual, supuse que entrarían al bus a robar. Algo que en Lima no es tan difícil
de aceptar; pero ocurre en lugares distintos a los que andamos, aunque este
pensar fuera altamente discutido. No pensé en eso durante el momento en que uno
de esos dos quise sacar un arma. No teníamos teléfonos de alta gama en los
bolsillos; pero a todos les preocupa que un par de malhechores arruinen el
trayecto. Nos quedamos helados, aunque yo miraba la ventana para escapar en
cualquier eventualidad, tampoco pensaba hacerme el héroe por dinero o fama, no
iba a hacerme el salvador intentando evitar el asalto, son cosas materiales que
se pierden y al diablo, no lo pensé en ningún momento, simplemente era una lógica
que llevaba conmigo desde el inicio o siempre. Ellos hicieron lo suyo
despojando de lo material a los primeros de la fila. Luego zafaron entre risas,
recuerdo que el bus se detuvo, llamaron a los oficiales y demás, todo bien
rápido. En ese momento, todavía seguías pegada en mí, no preocupada, hablabas
que en tu país es similar y que mucho pasa y poco importa, yo te escuchaba
hasta que alguien quiso identificar a los ladrones, nadie sabía bien los
rostros, solo yo, entonces fue el momento justo para ser héroe y si, ganarme
cierta fama contigo aparte del ego y esas cuestiones que afirmas, entonces me
asomé a los policías y empecé a contarles las descripciones basadas, a su vez,
en algún que otro hecho ficticio.
A
veces soy así, simplemente confundo la realidad con la imaginación.
No
pudimos ir a casa por más que deseaba fervientemente hacerte el amor tras darte
un tour por la casa y la habitación debido a que los oficiales nos invitaron a
la comisaria para dar nuestra manifestación. El asunto me resultó interesante,
nunca antes he estado en un sector policial como testigo, y no voy a contar las
otras razones. En ese tramo de ir de la avenida donde nos detuvimos hasta la
comisaría del distrito ubicada a unas cuantas cuadras recibió el agente de
apellido no recordable, una llamada de parte de otra patrulla, sonaba como en
las películas, tal cual, entonces se escuchó a viva voz que habían detenido o
identificado a los ladrones. El hecho se volvió intenso e interesante cuando el
oficial, creo que de menor rango que del lado, le hizo un gesto a su jefe, y
luego me hizo la pregunta: ¿Los reconocerías si los ves? En ese instante pensé
en las repercusiones que pueden tener los ladrones con uno, una especie de
venganza o algo así; sin embargo, fue mi oportunidad para hacerme el valiente;
aunque siempre lo he sido, es solo que, tal vez, me motivó el hecho de ayudar o
el placer de verme envuelto en una situación de esa índole. En cuestión,
llegamos a la comisaria y nos informaron como si fuéramos parte del grupo que
ya habían capturado a unos huevones (adjetivo en referencia a personas en
versión coloquial).
Entramos
a pesar que no quise que tú fueras conmigo, de repente porque te estaba
cuidando; sin embargo, ingresamos y efectivamente notamos la presencia de un
cuarteto de huevones por quienes inevitablemente sentí coraje. Era como si
quisiera mandarlos a la trituradora por arruinar constantemente el país y a los
buenos ciudadanos.
¿Quiénes
estuvieron en el bus? Dijo el oficial de menor rango. El otro estaba a su lado,
no hablaba, solo hacía gestos de mando y el resto le seguía.
Los
fulanos se pararon en frente, nosotros estábamos detrás de una mampara de
vidrio que no era como esas que hay en las películas americanas, sino
simplemente para evitar los escupitajos de los malnacidos.
Reconocí
a los dos; pero el tercero me veía de forma gruesa que se me ocurrió culparlo
sin que tuviera algo que ver. A los tres los denunciaron a pesar de los
reclamos.
Salimos
del sitio. Detuvimos un taxi, algo que no sé porque no hicimos a primera
instancia, y zafamos hacia mi casa.
Llegamos
y esta parte del sueño me resulta media absurda y tediosa, de repente porque
nunca jamás ha ocurrido, es entonces que... hicimos el amor como fieras
salvajes y a la vez como dos enamorados, quiero pensar que fue así, porque en
el sueño, me vi echado a tu lado, totalmente desnudo intercambiando caricias
contigo, que no dejabas de sonreír, enamorada, risueña y con los ojos como
estrellas brillosas.
De
repente, se oyó un sonido proveniente del closet capaz de hacerme sentir
confundido y en duda sobre seguir con la ecuación sexual debido a que algo o
alguien podría estar metido. Claro que no quise espantarte con mis ideas y tan
solo me asomé tras darte una sonrisa, sin saber que sería la última o tal vez
la única, pues al momento de abrir las puertas del closet vi a alguien oculto lanzándome
hacia mí con cuchillo en mano, era el ladrón, el tercero, el infortunado, quien
se había escapado y vuelto a mi casa (no sé cómo rayos) pero ahí estaba.
Me
di la vuelta para ver que estuvieras segura; pero no estabas, no estabas
presente en la cama, ni desnuda, ni en ropa, ni siquiera un solo rastro de ti. Razón
por la cual me vi expuesto ante el ofuscado sujeto que quería vengarse con arma
blanca, pude vencerme si yo hubiera seguido distraído en busca de tu presencia
o tu repentina ausencia; pero no iba a morir a manos de un don nadie y sin
nadie, entonces pude elevarlo con una fuerza descomunal y lanzarlo desde la
ventana viéndolo caer en el pateo vecino sin poder moverse. Enseguida fui en tu
búsqueda por los rincones de la casa, los cuatro pisos y varias habitaciones
para ser exacto como si te hubieras escondido en alguna parte por miedo o precaución
pero no te encontré en ninguna parte lo cual me produjo una severa situación mental,
entendiendo que tal vez, las ficciones y la realidad hubiera formado parte de
un mismo sistema universal, pues... realmente era como si simplemente nunca
hubieras estado aquí.
Y,
entonces, ¿Por qué tenía tanto recuerdo fresco dentro de mi cabeza?
Olvidé,
dentro del sueño, porque de lo contrario no hubiera hecho casi lo mismo, al
muerto dentro del patio vecino y salí de casa en búsqueda de tus pieles sin
hallar ningún rastro de tu presencia.
Me
sentí frustrado. Enojado y lleno de coraje. Después llegaron los mismos incapaces
efectivos para ver el cadáver y corroborar hechos; pero me importaba un carajo,
yo quería saber dónde estabas, entonces, en actos de locura y delirio, me asomé
al oficial y le dije: Quiero denunciar una desaparecieron. La chica... la
morena que estaba conmigo, ha desaparecido, no está, se fugó de la faz de la
tierra de forma repentina, o tal vez la secuestró alguno de sus compinches.
Hablé
y hablé otro montón de argumentos en cuestión de segundos a medida que el tipo
me miraba extrañado y anotando mis palabras con lentitud dándole la importancia
que esperaba a pesar de sus raros gestos.
Fue
entonces, tras un tiempo en espera, me dijo: ¿Usted consume drogas? Pues, yo
acabo de verlo solo en la comisaria y el sujeto a quien acaban de matar es un
ex convicto, quien, evidentemente no merecía vivir; aunque, sin embargo, no es
la forma, ¿verdad?
A
mí no me importaba lo que relataba, solo quería saber la respuesta a mi
pregunta: ¿Usted está diciendo que yo estoy alucinando a alguien?
Me
vio y dijo: Soy oficial, no doctor; pero mí jefe podría derivarlo a uno.
Volví
a mi casa, me senté en el mueble y pensé en los hechos del día recordando únicamente
el hecho de aparecer en un bus sin saber cómo ni cuando llegué ahí.
Tal
cual como ocurre en sueños, uno aparece sin saber cómo llegó y enseguida todo
se vuelve precioso, algo que a veces no se funde -como debería- con la
realidad.
Fin
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