- ¿Me cuentas el final?
Vuelves, nos abrazamos tras un beso profundo, sujetamos nuestras manos y vemos como cae la tarde.
No me mientas.
Yo soy el escritor, puedo tener este final si lo deseo.
Obstinado y presumido.
Sonríe.
¿Sabes? Nosotros no tenemos un final. Sencillamente no lo merecemos.
¿Lo has pensado? Añade.
Todas las noches.
De tanto pensar en un final, estamos olvidando este rato.
¿Vas a volver?
Eres el escritor, tienes el poder de hacerme volver.
No. En la realidad.
Abre los brazos en señal de confusión.
La entiendo y sonrío.
Es hermoso el atardecer desde nuestro lugar favorito.
A tu lado es perfecto, respondo.
Se acomoda en mi regazo.
Su voz enmudece, la respiración se agota, una lágrima resbala y se hace polvo estelar.
Yo corro desesperadamente a la máquina de escribir, describo la situación. Ella con el vestido celeste, aparece sonriendo, yo la detengo, nos quedamos abrazados y besamos profundamente hasta ver la tarde caer.
Y vuelvo al mismo lugar.
Y otra vez la pierdo.
Y vuelvo a contar el final.
Y otra vez... Ella se va.
Fin
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