- Me presumes tus alas. Si gustas puedes dejarlas en el colgador.
Te has convertido en la doncella de los Campos Elíseos y ese detalle sobre tu brillosa melena, la rúbrica del creador.
Ven y abrázame princesa que el tiempo es efímero.
Extrañaba esto. No me acostumbro a no sentirlo.
No hay nada que perdonar, yo seguiré estando bien.
Hay mucho que contar; pero prefiero quedarme aquí.
¿Te vas? ¡No! Te rogaría que no lo hicieras. ¡No otra vez! Seca el hilo de lágrima con un beso.
Princesa, no te vayas...
Enmudeció, dejé de sentir el calor del abrazo, su rostro cobijado en mi pecho fue volviéndose polvo estelar y una última mirada pudo decirme lo que llevé años esperando.
El cielo se iluminó y en un parpadeo la volví a perder; aunque la sensación de tenerla cerca surgió repentinamente para quedarse por siempre.
Fin
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