Nunca he pensado en el tiempo.
Ni siquiera en los
ayeres o los atardeceres.
Jamás me importó
detenerlos.
Eran efímeros como
los días y las madrugadas.
Adonde quiera yo
fuera, o con quien sea que me encuentre,
siempre existía mi
vocación por huir.
Y, de repente, conocí
al amor.
Y no un amor de
mujer.
Tampoco de hombre.
Sino, un amor de
padre.
Me di cuenta que comencé
a detener el tiempo…
Aunque aquel no
tenga misericordia.
Me di cuenta que debía
de parar los días.
Aunque aquellos
solo anhelen la noche.
Y entendí que debo
plasmar cada instante en la retina;
a pesar que la
memoria falle.
Resolví inventar
un diario.
Allí podría recrear
las aventuras con mi hijo.
Retomar los días que
creí inadvertidos.
Las risas
primerizas.
Las diabluras espontáneas.
Y la magia
inherente.
Comencé a
convertirme en el autor de una vida prístina.
Comencé a ser el
escritor fantasma de unos días maravillosos.
Comencé a ser el
poeta de versos inspirados en una sonrisa.
En poemas transcritos
desde un suspiro.
En cuentos creados
por un primer andar.
En sucesos
curiosos que recreo de manera mágicamente realista.
En ocurrencias
diarias que podrían ser olvidadas; pero perforan a la memoria quedándose por
siempre.
En los hechos más
maravillosos que he vivido.
Y, de pronto, me
di cuenta que puedo detener al tiempo.
Que los meses se
convirtieron en episodios.
Que los días se
volvieron unos versos.
Que las noches se
transforman en leyendas.
Me di cuenta que
escribir acerca de la vida diaria de mi hijo es un regalo hacia mí mismo.
Un obsequio para
no olvidar.
Un detalle que
nunca se irá.
Y yo, rendido ante
tanto amor, quiero hacer todo inmortal.
Quiero que los
instantes duren horas.
Que los días se
vuelvan perpetuos.
Que la noche dure
un siglo.
Que los juegos
sean la montaña rusa.
Que las risas se
repitan.
Que los bailes
tarden mil canciones.
Que las palabras
exploren mis oídos.
Que su voz cautive
al alma.
Que sus pasos
inunden la planicie de mi casa.
Que su alma se
confunda con la mía.
Que volvamos de
este mundo nuestro planeta.
Que aprendamos a
conocernos siempre.
Y que juntos
seamos el universo rendido ante un espejo.
Yo, solo espero,
tener tiempo.
Para vivir… esta
fabulosa nueva vida.
Fin